Actualmente, la mayoría de las personas relacionan el terraplanismo como el más disparatado sinsentido y como una ‘herejía’ científica. Ser llamado terraplanista es el más extremo de los insultos ‘científicos’. Por más de un siglo, sin embargo, este mismo insulto ha sido lanzado contra un milenio de la historia de la Europa Occidental, considerado como el bastión del cristianismo terraplanista. El cristianismo ha sido acusado de suprimir el conocimiento en esta ‘edad oscura’. Pero ¿hay algo de verdad en esta acusación?

Desde principios del siglo XX un conjunto de historiadores ha denunciado estos supuestos mil años de ignorancia (del siglo V al XV), cuando se dice que el conocimiento científico cayó a un nivel tan bajo que casi borró la sabiduría de los antiguos griegos y aplanó el globo.
Estos historiadores también han refutado la afirmación de que la creencia en una Tierra plana reinó hasta que Colón (o Magallanes o Copérnico u otra figura del siglo XVI) restauró la verdad de una Tierra redonda.
Sin embargo, polemistas de internet, empapados de una visión errónea del pasado y con una retórica agresiva, hacen declaraciones audaces sobre el «agujero dejado por la era del cristianismo» y el gran y constante progreso hecho por la ciencia una vez liberada de las cadenas de la religión. A pesar de la claridad de la erudición del siglo XX sobre esta materia, no debemos minimizar el potencial de esa retórica para proporcionar una justificación ‘histórica’ de la visión de conflicto de las relaciones entre ciencia y fe, que proporciona soporte a una agenda que pretende eliminar la religión de la sociedad contemporánea.
El invento de la Tierra plana medieval
Los historiadores de la ciencia, particularmente aquellos especializados en la historia de la ciencia y la religión, han refutado la ‘tesis del conflicto’, demostrando que es una invención de finales del siglo XIX originada en medio de los acalorados debates sobre Darwin y la progresiva secularización de la ciencia. John W. Draper y Andrew D. White están a menudo involucrados en esta construcción artificial de una guerra entre la ciencia y la fe, y una gran prueba de este conflicto es la supuesta creencia medieval en una Tierra plana.
Durante el siglo XX una serie de prominentes eruditos que se remontan a Francis S. Betten en 1923, e incluyen nombres tan ilustres como Lynn Thorndike, Samuel Eliot Morison, E.G.R. Taylor, C.S. Lewis y Edward Grant, rechazaron la afirmación de que la cultura medieval estuvo dominada por la creencia en una Tierra plana.
Esta denuncia culminó en un libro de 1991, Inventing the Flat Earth, por el medievalista Jeffrey Burton Russell (Fig.2; esta obra ha sido traducida como El mito de la tierra plana en 2014 por la editorial Stella Maris), que investigó las raíces históricas de esta acusación engañosa, a la que denominó «flat error» (juego de palabras con el término «flat earth», tierra plana en inglés), que aquí hemos traducido como «mito de la Tierra plana medieval». Russell lo definió como: “La suposición casi universal de que las personas cultas de la Edad Media creían que la Tierra era plana” (p. xiii; p. 15 de la edición española). Russell identificó como culpables del mito de la Tierra plana medieval al escritor de principios del siglo XIX Washington Irving, cuya biografía novelada de Colón fue tomada como histórica, y al erudito Antoine-Jean Letronne, cuyo ensayo académico sobre las ideas cosmográficas de los Padres de la Iglesia fue tomado como definitivo.

Los verdaderos terraplanistas antiguos
Una investigación cuidadosa de la antigua literatura cristiana revela, de hecho, algunos terraplanistas. Con todo, se deben considerar dos factores. Primero, aunque la creencia en la esfericidad de la Tierra había sido sostenida por Platón y Aristóteles en el siglo IV a.C., durante el Imperio Romano muchos consideraban la esfericidad como una invención de los filósofos. A pesar de los triunfos de la ciencia helenística alejandrina, que calculó con gran precisión el tamaño de la Tierra siglos antes de Cristo, escritores famosos tales como el filósofo epicúreo Lucrecio (c.99-c.55 a.C.) negaron categóricamente la esfericidad, mientras que Plinio el viejo (c.23-79 d.C.) y Plutarco (c.45-120 d.C.), aunque no siendo ellos mismos terraplanistas, esbozaron los argumentos y objeciones a la Tierra esférica.
Esto indica que, incluso antes del nacimiento de Cristo, la ciencia antigua había entrado en una profunda crisis. Esta fue la era de los enciclopedistas y comentaristas. Los autores romanos estaban menos interesados en la investigación científica y la innovación, y se contentaron con compilar información y ofrecer resúmenes en latín de los logros científicos griegos del pasado. Adicionalmente, el neoplatonismo y los filósofos morales estaban más interesados en las ideas humanas y religiosas, buscando la buena vida, el florecimiento humano, y menos interesados en el mundo natural y físico. Esta tendencia espiritual influyó en el cristianismo emergente.
Segundo, el número de cristianos terraplanistas era bastante pequeño. Tal vez incluso más importante es que, con la rara excepción de Lactancio (c.250-c.325 d.C.), quien siguió las estrategias retóricas anti-filosóficas de algunos intelectuales escépticos (y algunos apologistas cristianos), todos los cristianos terraplanistas conocidos pueden ser identificados con una escuela teológica en particular y un método hermenéutico dentro del cristianismo antiguo, la escuela de Antioquía. Antioquía fue un centro importante para el cristianismo de los primeros tiempos (un patriarcado). Su característica escuela teológica reaccionó en contra de los excesos alegóricos de la escuela de Alejandría, y defendió una lectura de la Biblia más literal, contextual e histórica. Lamentablemente, su cosmología influenciada por su lectura literal de la Biblia produjo la creencia de un universo en forma de caja con una Tierra plana.
La victoria de la esfera en la iglesia de la antigüedad tardía
La confrontación final entre las cosmologías antioqueña en forma de caja y alejandrina en forma esférica tuvo lugar en el siglo VI. Por una lado tenemos la Topografía cristiana, el trabajo prolijo de un comerciante jubilado, tradicionalmente conocido como Cosmas Indicopleustes, pero que fue identificado como Constantino de (no sorprendentemente) Antioquía por algunos eruditos del siglo XX. El amargo y rencoroso ataque a la esfericidad en este trabajo probablemente señala a la menguante popularidad de su cosmología de la Tierra plana (Fig.3), y al hecho de que el autor estaba en territorio enemigo: Alejandría. Mientras la imaginación popular cree que la ciencia había sido borrada después del asesinato de la filósofa y matemática Hipatia en 415 por una turba de cristianos, la verdad es que la ciencia aun floreció en Alejandría e incluso los maestros paganos continuaron su actividad. De hecho, las ideas de Cosmas fueron confrontadas por nada menos que el principal intelectual de la época en Alejandría: Juan Filópono (c.490-c.570), el cual fue, para hacer las cosas más complejas, otro cristiano. En su comentario al Génesis 1 (De Opificio Mundi) Filópono contraatacó con sarcasmo a los terraplanistas.

Los ecos de este debate se han preservado en un libro del científico armenio del siglo VII Shirakatsi, que fue crítico de Cosmas. Dos siglos después, el patriarca de Constantinopla Focio leyó el libro de Cosmas y escribió una crítica devastadora en su Bibliotheca. Para entonces, los teólogos de Antioquía habían sido condenados, por motivos teológicos, como parte de la herejía nestoriana, lo que contribuyó a la desaparición de su cosmología.
El único autor occidental latino conocido por atacar la esfericidad de la Tierra, Lactancio, fue leído por Agustín de Hipona. Agustín buscó superar el libro de apologética de Lactancio Instituciones divinas con su famosa Ciudad de Dios. Agustín mantuvo una visión crítica sobre la posibilidad de que los humanos vivieran al otro lado de la Tierra (las antípodas), pero eliminó cualquier crítica sobre la esfericidad de la Tierra. Lactancio fue raramente leído después de eso. La intensa crítica de Agustín hacia los habitantes de las antípodas dio origen a un vigoroso debate medieval sobre la existencia de humanos al sur del Ecuador (concebido por los antiguos geógrafos romanos como un anillo ardiente imposible de cruzar) o de otras masas de tierra separadas por gigantescos océanos (Fig.4). Para Agustín y los teólogos medievales tales barreras sugerían que cualquier habitante de las antípodas no podía descender de Adán y su existencia se convertiría en un problema desconcertante.

La bola terrestre medieval
Al desmembrarse el mundo romano occidental en su unidad y organización política, el occidente latino se desconectó del Imperio romano del oriente griego por un milenio. Mientras los antiguos filósofos y científicos continuaron siendo copiados y leídos en el oriente, y pasaron al nuevo Imperio musulmán, el occidente languideció académicamente, ya que muy pocos textos habían sido traducidos al latín, pocas personas sabían griego, y las comunicaciones en el Mediterráneo se interrumpieron. Algunos han dudado que la esfericidad de la Tierra fuera todavía conocida en esa época, pero esto parece ser una reacción exagerada. En cualquier caso, la Iglesia católica medieval nunca hizo una declaración sobre la forma de la Tierra, y ya con el monje Beda (673-735), en el norte de Inglaterra, encontramos una defensa robusta de la esfericidad de la Tierra.
Conscientes de lo que se había perdido, y herederos de la tradición ‘conservadora’ de los comentaristas de la antigüedad tardía, los intelectuales medievales buscaron reconstruir el conocimiento perdido. Tal enfoque no se basó en un desprecio del pasado, sino en una excesiva adoración de las antiguas luminarias del conocimiento, tales como Platón y Aristóteles.

El ‘renacimiento’ Carolingio en el siglo VIII, la fundación de universidades desde el siglo XI en adelante, la actividad frenética de los traductores durante los siglos XI al XII, el ‘renacimiento’ del siglo XII que vino después, los profundos debates y a veces fuertes reacciones críticas hacia el conocimiento de la antigüedad por parte de los escolásticos de los siglos XII al XIV, reflejan en conjunto un claro conocimiento de la esfericidad de la Tierra y de la astronomía/geografía antiguas que fueron fácilmente aceptadas por los eruditos europeos y los autores religiosos (Fig.1 y 5).
Incluso libros muy populares, como La Divina Comedia de Dante (principios del siglo XIV) y el ficticio Viajes de Jean de Mandeville (finales del siglo XIV), uno de los libros medievales más leídos en los siguientes dos siglos, sostienen claramente la esfericidad de la Tierra.
Los verdaderos debates y miedos antes de Colón
La incapacidad para entender la época medieval y el debate sobre los habitantes de las antípodas, que no estuvo conectado de ninguna manera con una creencia en una Tierra plana, fue lo que llevó a los historiadores y eruditos a malinterpretar la evidencia y a concluir que los medievales vivían en la oscuridad y la ignorancia. Una ilustración llamativa de este fracaso tiene que ver con los famosos ‘mapas T-O’ (Fig.6, normalmente la parte superior es el este). Su circularidad no pretendía representar una Tierra en forma de disco. Pretendían identificar solo las porciones de la Tierra relevantes para el lector, los tres continentes conocidos en el hemisferio norte, dentro de un marco oceánico circular (siguiendo modelos que parecen remontarse al período romano antiguo).

De hecho, no es difícil encontrar esos mapas en los mismos libros donde aparecen otros ‘mapas zonales’ (también de origen romano) brindando una visión del planeta entero con los polos congelados en la parte superior e inferior, el ecuador ardiente en el centro y dos zonas templadas en el medio (en algunos casos ambos mapas aparecen uno al lado del otro, Fig.7). También hay ejemplos de ambos mapas fusionados en un mapa zonal que contiene el mapa T-O en la zona templada del hemisferio norte dentro de un marco rectangular (Fig.8). La cartografía islámica también describía el mundo habitado con un marco oceánico circular que en algunos casos incluía líneas que separaban las zonas climáticas (Fig.9, la parte superior es el sur).



La esfericidad fue la premisa en la empresa de Colón (que aprendió en libros medievales escritos por autores eclesiásticos como Pierre d’Ailly). En los debates de la corte española que condujeron a su famoso primer cruce del Atlántico, no enfrentó la oposición de fanáticos clérigos terraplanistas. En lugar de eso, los clérigos estaban preocupados por la distancia, la dificultad del retorno y las especulaciones relacionadas con los habitantes de las antípodas, etc. Irónicamente, en el debate con Colón, ¡usaron la esfericidad de la Tierra en contra de sus planes de navegación!
El surgimiento del mito de la Tierra plana cristiana
La identificación por J.B. Russell de Irving y Letronne como los únicos culpables de inventar el mito de la Tierra plana medieval ha sido aceptada por muchos en los últimos 25 años. Sin embargo, otros historiadores han descrito una visión más compleja de cómo fue construido el mito de la Tierra plana medieval. Rudolf Simek y Reinhard Krüger han señalado la importancia del redescubrimiento de Cosmas en 1706 y, más aún, el prefacio de Montfaucon en su republicación, en el cual Montfaucon erró al realizar una amplia generalización, acusando a los primeros escritores cristianos y a los Padres de la iglesia de seguir la visión de la Tierra plana de Cosmas. La evidencia adicional apunta a la existencia de una prehistoria aún más compleja del mito de la Tierra plana medieval antes del siglo XIX y también una prehistoria del modelo de conflicto para las relaciones entre ciencia y fe. Es más, actualmente estoy estudiando en detalle las transformaciones ideológicas relevantes para este asunto desde el período medieval tardío hasta el siglo XVIII.
La invención de la ‘edad oscura’ por eruditos del Renacimiento es una historia compleja. Los humanistas buscaban renovar el estudio de los autores clásicos y los textos originales sin la mediación de eruditos medievales, ya que la transmisión medieval se consideró defectuosa en varios aspectos. Paradójicamente, el Renacimiento, el cual a menudo es visto como un período muy innovador, no solo escondió bastantes logros anteriores, sino que también fue menos innovador de lo que se piensa, ya que en realidad fue la culminación del antiguo proyecto de los comentaristas romanos y medievales.
Fue un Re-nacimiento, todavía un movimiento que miraba hacia atrás, que exaltó a Aristóteles y otros sabios antiguos. Para hacer las cosas más complejas y paradójicas, la Reforma de principios del siglo XVI y la confrontación y polarización que vinieron después, dio a los intelectuales europeos mucha menos libertad para disentir con las autoridades religiosas y las visiones tradicionales que en la era escolástica. A pesar de esto, muchos protestantes reforzaron un prejuicio hacia la Edad Media que vieron como un período de opresión católica. Los estudiosos de la Ilustración no tenían una opinión más positiva y difamaron todo el pasado cristiano (de cualquier confesión) hasta su propia época. En algún momento durante este período, y en particular después del redescubrimiento de Cosmas y la creciente crítica hacia la tradición cristiana, la supuesta creencia de los cristianos medievales en una Tierra plana se convirtió en el tema ideal para concentrar toda la amargura de los modernos contra el pasado. El mito que fue engendrado entonces aún sigue vivo, enseñado a nuestros hijos en la escuela y repetido continuamente por los medios de comunicación, películas, novelas, etc. Es una pieza central en el mito contemporáneo más amplio del conflicto entre ciencia y fe. Un mito que no termina de desaparecer, sorprendentemente, a pesar de que en el siglo XV nadie temía caer por el borde de la Tierra.
Publicado en inglés en enero de 2017
Revisado en inglés el 16-7-2017
Créditos de imagen
Agradecimientos: Esta publicación fue posible gracias al apoyo de una donación de la Templeton World Charity Foundation, Inc. (www.templetonworldcharity.org). Las opiniones expresadas en esta publicación son las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la fundación.
Pablo de Felipe es actualmente [2017] un estudiante de doctorado en el Departamento de estudios clásicos de la Universidad de Reading (Reino Unido) investigando los orígenes históricos del mito de la Tierra plana medieval aquí descrito. El Instituto Faraday para la Ciencia y la Religión (faraday-institute.org, Reino Unido) apoya a Pablo de Felipe en sus estudios de doctorado.
Nota: Estos estudios fueron completados en la Universidad de Bristol (Reino Unido) en enero de 2022 (https://research-information.bris.ac.uk/en/studentTheses/flattening-the-medieval-earth).
Agradezco al Dr. Robert D. Keay su útil revisión del texto original en inglés.
Lecturas adicionales
El mito de la Tierra plana medieval ha sido denunciado recientemente en dos breves capítulos de compendios de mitos populares similares: Louise M. Bishop, ‘The Myth of the Flat Earth’. En: Stephen J. Harris y Bryon L. Grigsby (eds.). Misconceptions About the Middle Ages (Nueva York y Londres: Routledge, 2008), 97-101. Lesley B. Cormack, ‘Myth 3: That Medieval Christians Taught that the Earth was Flat’. En: Ronald L. Numbers (ed.). Galileo goes to jail. And Other Myths about Science and Religion (Cambridge, MA y Londres: Harvard University Press, 2009), 28-34. Se ha traducido como: Galileo va la cárcel y otros mitos sobre la ciencia y la religión. Mito 3. Los cristianos de la Edad Media enseñaban que la Tierra era plana (Barcelona: Biblioteca Buridán, 2010), 40-46.
Para una discusión de los debates antiguos y medievales sobre la Tierra plana y las antípodas, véase Pablo de Felipe y Robert D. Keay, ‘Science and Faith Issues in Ancient and Medieval Christianity’, partes 1, 2 y 3. Blog de BioLogos, 2, 3 y 4 de diciembre de 2013, disponible en: https://biologos.org/articles/science-and-faith-issues-in-ancient-and-medieval-christianity.
Para una introducción a los mapas medievales, véase Evelyn Edson, Mapping Time and Space: how medieval mapmakers view their world (Londres: British Library, 1997).
Para el mito de un conflicto entre ciencia y fe, véase Peter Harrison, ‘The Myth of a Perennial Battle between Science and Religion’. Sitio web de Dialog Theologie & Naturwissenschaften, 2016, disponible en: http://www.theologie-naturwissenschaften.de/startseite/leitartikelarchiv/conflict-myth.html.
Créditos de imagen
Fig. 1 Imagen de Sobre la esfera del mundo de Sacrobosco (siglo XIII, edición impresa de 1550) ilustrando la esfericidad de la Tierra (c) Wikimedia commons.
Fig. 2 Cubierta de libro de Jeffrey Burton Russell, Inventing the Flat Earth (1991).
Fig. 3 La cosmología de Cosmas Indicopleustes tomada de Topografía cristiana (c.550, copia del siglo XI) (c) Wikimedia commons.
Fig. 4 Las cuatro masas de la tierra imaginadas por la cosmología helenística (c) Wikimedia commons.
Fig. 5 Ilustración de L’Image du Monde por Gossuin de Metz (siglo XIII, copia del siglo XIV) representando la esfericidad de la Tierra (c) Wikimedia commons.
Fig. 6 Ejemplo típico de mapa T-O de las Etimologías de Isidoro de Sevilla (siglo VII, copia del siglo XII) (c) Wikimedia commons.
Fig. 7 Ejemplo de mapa T-O junto a un mapa zonal del Novissime hystoriarum omnium repercussiones de Giacomo Foresti (1483; primera edición ilustrada, 1486; esta imagen es de la edición de 1503; la imagen no parece estar presente en las ediciones iniciales, al menos hasta la de 1492) (c) Wikimedia commons.
Fig. 8 Imagen de un mapa zonal conteniendo un mapa T-O en la zona templada norte que aparece en la Biblia Arnstein (siglo XII) (c) British Library.
Fig. 9 Mapa del mundo en una copia del tratado de Al-Idrisi (1154, copia de 1553) (c) Wikimedia commons.
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Artículo original: https://www.theologie-naturwissenschaften.de/en/dialogue-between-theology-and-science/editorials/flat-earth-myth/
Traducción: Leonel Contreras (revisado por Pablo de Felipe)